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Saludo de la M. Cristina Orsillo

Saludo de la M. Cristina Orsillo

Tras las huellas de Francisco y María Petković

Queridas Superioras y Hermanas,
¡Jóvenes en formación!
 
Deseándoles de corazón que la Paz y el Bien habiten en cada una de ustedes, les escribo para saludarlas en este día especial para nosotras.
 
Se hace cada vez más cercana la celebración de nuestro centenario, y no puedo dejar de relacionar ese evento de acción de gracias con cada aspecto o evento de nuestra vida; creo que éste es nuestro tiempo propicio para escuchar al Crucificado que marca con un fuerte sello nuestra espiritualidad.
 
“Francisco, reconstruye mi iglesia, ¿no ves que amenaza ruina?”
Los ojos grandes y la mirada penetrante de este Cristo, no pudieron dejarle indiferente, al descubrir cómo el Señor de todas las cosas, el Dios grande y fuerte, se había hecho indefenso y quedado desnudo.
 
Sin embargo, esos brazos abiertos y extendidos le invitaban, primero de todo a él mismo, al abandono total en Dios: sólo la santidad es capaz de renovar la Iglesia.
 
La vida vivida desde la radicalidad evangélica o, dicho de otro modo, desde el abandono en un Dios que es providente, renueva el rostro de la Iglesia a imagen de Cristo.
 
Francisco comprendió que, antes de quererse configurar con el Crucificado, el Cristo pobre, Él, ya se había configurado con Francisco: Él asumió su/nuestra humanidad para que pudiéramos ver en cada circunstancia la participación en los misterios del mismo Cristo.
 
En una de las predicaciones de Pascua, el Papa hablaba de que los santos son el camino de renovación de la Iglesia, pues en ellos vemos cómo se puede vivir el Evangelio. Ellos son el quinto Evangelio, si dejamos que nos sigan hablando, si dejamos que su experiencia de Dios también sea la nuestra, sin poner límites”. (María Mercedes - Servidores del Evangelio de la Misericordia).
 
Un joven, Francisco, que en el S XII, en Asís, recibe desde la Cruz de San Damián, la gran invitación de su vida: “ve y repara mi Iglesia”; Blato, inicios del S XX, una joven, María, recibe desde el crucifijo de la Iglesia parroquial, al que gustaba contemplar, otra invitación: “Hija ámame”. Dos invitaciones que llaman a la conversión, a no permanecer inmóvil, a perfeccionar el don de Dios, a dar respuesta inmediata de amor.
 
Roma, S XXI, las Hijas de la Misericordia, también recibimos un llamado, que nos viene de Dios, a través de nuestro XV CGO, para que “comprendamos que nuestra celebración – del centenario -  consiste ante todo en la renovación espiritual de las Hijas de la Misericordia, dando un nuevo impulso a nuestro carisma en el mundo actual” (LA 2.1.). Una invitación a “Hacer un camino de conversión personal,  comunitaria y congregacional experimentando la comunión y la misericordia entre nosotras (LA 2.2.). Este es nuestro camino de santidad. ¿Cómo lo estamos recorriendo? ¿Cómo estamos respondiendo a la invitación de Dios?
 
Queridas hermanas, tal vez este “reparar”, es la obra maestra que cada una de nosotras, está llamada a realizar en el hoy de la historia. Primero en cada una, en lo personal; luego en nuestras comunidades y así, indirectamente los cambios se suscitarán en toda la Congregación.
Te has preguntado qué aspectos, qué cosas, situaciones, recuerdos, vínculos,  estructuras, deben ser “reparados” para poder llegar a nuestra meta, más ligeras de equipaje y con un corazón convertido, abandonado en Dios,  como el de María de Blato y el de Francisco de Asís?
 
Para esto, las invito a releer personalmente,  las Decisiones N° 4, 5, 6, 7, 9  del XV CGO y a responderse a sí mismas Señor, ¿cómo puedo reparar ésta, tu morada, que soy yo misma, tu creatura, amada y redimida? ¿Qué respuesta puedo darte que aún no te haya dado para reflejar, más clara, más significativamente y mejor Tu rostro misericordioso ante los hermanos y hermanas?
 
Queridas Hermanas, cada celebración, para nosotras, no puede ser solo un día para disfrutar con alguna sorpresa en comunidad, y eso ya es bastante y hermoso además; nosotras, siempre debemos dar un paso más. No dejemos de cuestionarnos nunca y así será más radiante nuestra fiesta en el cielo. Pero tampoco pasemos el tiempo haciendo diagnósticos, digamos al Señor: muéstranos cuál es tu voluntad y una vez conocida, solo debemos actuar en consecuencia, de eso se trata la santidad.
 
Las ama y bendice de corazón a cada una, 
 
                                                                                                                      M. Cristina Orsillo, cfm.
                                                                                                                          Superiora General
 


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