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CIRCULAR POR CUARESMA Y DÍA DE LA CONGREGACIÓN

CIRCULAR POR CUARESMA Y DÍA DE LA CONGREGACIÓN

¡Hágase tu voluntad!
Roma, 22 de febrero de 2017
 
 
CIRCULAR POR CUARESMA Y  DÍA DE LA CONGREGACIÓN
 
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto… (Mt. 4,1)
 
 
Queridas Superioras Provinciales, Superioras Locales,
Hermanas, Novicias, Postulantes y Aspirantes
en la Congregación:
 
Las saludo en la plenitud del amor del Padre, deseándoles Paz y Bien en este tiempo en el que entramos en Cuaresma, tiempo de prueba, de penitencia y de recogimiento.
Cuando se habla de Cuaresma generalmente, ¿pensamos en el ayuno? Sí, naturalmente, en el ayuno y en sus varios matices. Pero la Cuaresma ¿no es algo más profundo? ¿No lleva en sí un deseo de purificación de la propia alma? No es casualidad que este tiempo litúrgico comience en, el hemisferio norte, al inicio de la primavera. La Biblia parangona al hombre con un árbol plantado por Dios (Cf. Jer. 17, 8; Sal. 1,39). La fuerza del árbol no se encuentra en sus ramas, sino en sus raíces, del mismo modo la fuerza del hombre no está en sí mismo, sino en Dios. La calidad del árbol se manifiesta en sus frutos, la del hombre en sus obras.
Ahora es el momento de podar las ramas secas y estériles, para que los brotes y los nuevos frutos sean más fuertes, más beneficiosos. Para que en nosotras, venga con más fuerza la nueva vida, debemos renunciar al maligno, a sus caminos y a las malas costumbres. Por ello,  en el jardín del alma, es necesario podar, quemar todo aquello que está mal y envejecido y preparar el terreno fértil para nuevas semillas. La semilla de la Palabra de Dios, que nos regala vida nueva cada día, completamente distintos a nuestros días monótonos y repetitivos.
Cuaresma en la Biblia tiene un significado simbólico: Cuarenta días Moisés permaneció en el Monte Sinaí antes de recibir los Diez Mandamientos. Cuarenta años, el pueblo de Israel estuvo en el desierto antes de entrar en la tierra prometida. Cuarenta días Elías caminó hacia el monte Oreb, donde el Señor se le reveló en la brisa suave. Cuarenta días Jesús ayunó para prepararse a la vida pública y venció las tres tentaciones, los tres instintos fundamentales de la vida humana: Concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida.
El Evangelio del primer Domingo de Cuaresma (Mt. 4,1-11), nos habla de las tentaciones de Jesús, que marcan toda la historia humana. Con Él inicia la muerte del hombre viejo y el nacimiento del nuevo. ¿Cómo interpretar hoy las tentaciones de Jesús en el desierto? En el desierto se descubre a Dios, experimentando las tentaciones del maligno. En el desierto se ayuna soñando la fiesta de la eternidad (Cf. Núm. 11.4; Ex. 16,3). En el desierto, Dios revela Su presencia. 
Para nuestra Beata Madre Fundadora, la Cuaresma era un tiempo sagrado y esto se refleja en muchas de sus enseñanzas. Ella preparaba a sus hijas y así también hoy a nosotras con estas palabras: “Si somos verdaderas hijas del Padre Celestial e hijas de nuestro Santo padre Francisco, debemos seguir y amar la Pasión de nuestro Señor, su muerte en cruz y sus heridas como ha hecho nuestro Seráfico Padre. Les aconsejo que practiquen, en estos santos días, la penitencia y la mortificación” (Hacia el Padre, Zagreb 2002). Ella sabía, que sin la penitencia y sin las pruebas no puede existir un nuevo nacimiento, es decir sin nuestra colaboración, consentimiento y esfuerzo. Refiriéndose a las tres tentaciones de Jesús en el desierto, la Madre nos exhorta a reconocer con contrición los momentos en que hemos nutrido nuestra alma con las comodidades y los estándares mundanos en vez de alimentarla con la Palabra de Dios y con los valores del Evangelio.
Jesús, no le permite al tentador mandar, al contrario le responde con las palabras de la Sagrada Escritura. Jesús tiene la Palabra en el corazón y en los labios; ¡Él mismo es la Palabra! Sus breves respuestas son eficaces. En este tiempo santo, es necesario examinarnos sobre las palabras con las cuales alimentamos nuestra vida cotidiana. ¿Podemos responder a las tres tentaciones con una vivencia gozosa de los tres votos religiosos, que profesamos con el ardor de nuestra juventud? Rememoremos esos días de entusiasmo: ¿Podemos decir que vivimos con alegría nuestros ideales?
Nuestra vida consagrada en la Iglesia y en la Congregación no debe ser estéril. Debe dar el fruto de nuestras buenas obras. Si esto es válido para todos, entonces, la conversión para nosotras religiosas es una cuestión de vida o muerte. Y generalmente, el lugar donde se da la conversión es justamente en el desierto. Sabemos que no es fácil estar en el desierto. Es difícil permanecer solo. El desierto es agotador, cuando nos encontramos en la confusión y en la debilidad, sin ver un rostro amigo o una mano tendida que nos ayude a continuar juntos. En el desierto estamos lejos aún de los más cercanos. Se trata de una soledad en la cual se sienten muchas voces y sólo una se debería seguir. En el desierto se está bajo la guía del Espíritu Santo, a quien también el Señor se abandonó. Por eso, queridas hermanas, la Cuaresma es el tiempo del Espíritu.
En este camino no nos faltan los ejemplos. La primera que vivió en el espíritu de fe y aceptó incertezas y tentaciones, obediente a la Palabra, fue la Santísima Virgen María. Tenía confianza aún sin haber comprendido plenamente las consecuencias de las palabras: “Hágase en mí según tu palabra”. Con el anuncio del Ángel, Ella se convierte en nuestra Corredentora y en Madre del Hijo de Dios. Con la misma fe inspirada, también nuestra Beata Madre Fundadora, acepta el desafío, la prueba de permanecer en Blato. Por éste Sí, el Señor la recompensó con el don de una nueva Congregación franciscana a la Iglesia.   
En la fiesta de la Anunciación, con la oración del corazón y en el corazón, celebramos el Día de la Congregación, agradecidas al Señor, a la Beata María de Jesús Crucificado Petković y a las primeras virtuosas hermanas, que con fe y disponibilidad a la voluntad de Dios dieron inicio a nuestra Familia Religiosa. A ellas pidámosles nos ayuden en nuestro servicio, para que seamos fieles a Dios, a la Iglesia y a nuestro carisma. En esto nos estimulan también las palabras de la Madre: “Hijas mías, cómo es grande el día de la Encarnación del Hijo de Dios. Con profundo respeto y honor acojamos la Santa Trinidad en el Verbo Encarnado. En este santo día Dios quiso que se encarnase esta pequeña Congregación, para que en ella como en Betania, pudiese encontrar un lugar para reconfortarse … Nuestra querida Congregación es la obra del buen Dios que nos pide conocerlo y amarlo, a través de las obras de misericordia. Recordémonos de todas las hermanas vivas y difuntas, cuánto se sacrificaron por la Congregación. También ustedes sacrifíquense por Ella y por la salvación de las almas” (Hacia el Padre, Zagreb 2002).
Queridas hermanas, nuestra Anunciación aún está en camino, porque el Señor cada día nos busca y saluda, a nosotras que somos frágiles, nos manda sus ángeles, nos visita con su Palabra, nos dona su Cuerpo y nos promete la ayuda y guía del Espíritu Santo. Solamente se necesita descubrir la belleza del silencio, donde el Señor es el más fuerte, para sentir Su presencia. Nos invita a la penitencia y al recogimiento, para que los frutos de la Cuaresma sean evidentes entre nosotras.
Les deseo una fructífera Cuaresma y les felicito por el Día de la Congregación.
Cordiales saludos fraternos a cada una de Uds. En el Señor, vuestra,
 
                                                                                                                      S. M. Vianeja Kustura, cfm.
                                                                                                                                    Vicaria General
 


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