¡Todo por Jesús a gloria del Padre!
Cecilio Báez – Paraguay, 8 de marzo de 2019
Cecilio Báez – Paraguay, 8 de marzo de 2019
CIRCULAR
25 de marzo de 1919
Se fijaron los cimientos de nuestra Congregación
“He aquí, a tu indigna sierva. Que se haga en mí, Tu santa voluntad” M.P.
1919 – 2019
25 de marzo de 1919
Se fijaron los cimientos de nuestra Congregación
“He aquí, a tu indigna sierva. Que se haga en mí, Tu santa voluntad” M.P.
1919 – 2019
Muy queridas Superioras Provinciales,
Superioras y hermanas,
queridas Jóvenes en formación
en la Congregación!
Estamos cercanas a la celebración de un acontecimiento fundamental de la historia fundante de nuestra Familia Religiosa: ¡25 de marzo!
Desde nuestro inicio en la Congregación, cuántas veces hemos sentido hablar del 25 de marzo, con devoción, con admiración, con alegría y reconocimiento, porque encierra en sí los cimientos, los orígenes mismos, los fundamentos de esta “obra de Jesús”.
Aunque esto ya lo sabemos, no quiero ahorrar palabras para volverlo a recordar una y otra vez, porque es importante tener presente nuestros orígenes, no solo para recordar un hecho histórico que lleva ya 100 años de trayectoria, sino para intentar leer la historia desde una óptica de fe y poder contar, como en el Libro del Deuteronomio[1], ‘todo lo que el Señor ha hecho por nosotras’; para tener presente que sin un primer paso, dado aún con incertezas pero con fe, no vienen otros pasos, para poder continuar y marcar el camino, para hacer memoria de para qué hemos sido fundadas para sanar heridas, para estar cerca de los que sufren en el alma y en el cuerpo, para educar, para orientar y acompañar… Como dice nuestra Madre, para dar gloria a Dios con nuestras vidas, contribuir a la extensión del Reino y realizar las obras de misericordia espirituales y corporales.
“En los días difíciles que siguieron a la primera guerra mundial, en el año 1919, el Señor inspiró a su indigna sierva, María de Jesús Crucificado para que abandonara la casa materna y la familia en el día de su Encarnación, día de la misericordia para con la humanidad, día cuando el Verbo, la Palabra del Padre bajó sobre esta tierra […] Santo día que también eligió para el inicio de esta su obra de amor y misericordia”[2].
Hubo en nuestra historia tantos componentes que se entrecruzaron para dar inicio a esta obra de compasión y misericordia que podríamos citar entre otros:
Superioras y hermanas,
queridas Jóvenes en formación
en la Congregación!
Estamos cercanas a la celebración de un acontecimiento fundamental de la historia fundante de nuestra Familia Religiosa: ¡25 de marzo!
Desde nuestro inicio en la Congregación, cuántas veces hemos sentido hablar del 25 de marzo, con devoción, con admiración, con alegría y reconocimiento, porque encierra en sí los cimientos, los orígenes mismos, los fundamentos de esta “obra de Jesús”.
Aunque esto ya lo sabemos, no quiero ahorrar palabras para volverlo a recordar una y otra vez, porque es importante tener presente nuestros orígenes, no solo para recordar un hecho histórico que lleva ya 100 años de trayectoria, sino para intentar leer la historia desde una óptica de fe y poder contar, como en el Libro del Deuteronomio[1], ‘todo lo que el Señor ha hecho por nosotras’; para tener presente que sin un primer paso, dado aún con incertezas pero con fe, no vienen otros pasos, para poder continuar y marcar el camino, para hacer memoria de para qué hemos sido fundadas para sanar heridas, para estar cerca de los que sufren en el alma y en el cuerpo, para educar, para orientar y acompañar… Como dice nuestra Madre, para dar gloria a Dios con nuestras vidas, contribuir a la extensión del Reino y realizar las obras de misericordia espirituales y corporales.
“En los días difíciles que siguieron a la primera guerra mundial, en el año 1919, el Señor inspiró a su indigna sierva, María de Jesús Crucificado para que abandonara la casa materna y la familia en el día de su Encarnación, día de la misericordia para con la humanidad, día cuando el Verbo, la Palabra del Padre bajó sobre esta tierra […] Santo día que también eligió para el inicio de esta su obra de amor y misericordia”[2].
Hubo en nuestra historia tantos componentes que se entrecruzaron para dar inicio a esta obra de compasión y misericordia que podríamos citar entre otros:
- La influencia, a través de la Dirección espiritual, del Señor Obispo José Marčelić quien pide a María, quedarse en Blato para seguir trabajando con pasión y responsabilidad como lo venía haciendo desde su juventud, en las distintas obras apostólicas y de misericordia y con los varios grupos eclesiales;
- el permiso de su madre para que pudiera trasladarse por algún tiempo donde las Siervas de la Caridad para que María se separara paulatinamente, de la casa paterna, siendo que el Obispo conocía la contrariedad de los familiares a la vocación de María;
- los grandes cambios sociales y políticos en las regiones croatas y en toda Europa;
- el crítico desarrollo económico y social y su repercusión en la economía y la reforma agraria a lo que no escapaba el municipio de Blato, que vivía como todas las regiones de Croacia, las dificultades sociales del momento;
- la posible ausencia de las “Siervas de la Caridad”, que ya se vislumbraba, porque siendo italianas, tenían poca esperanza de continuar con su obra en Blato, dada la situación política reinante;[3]
- el discernimiento y la obediencia de María, segura de seguir la voluntad de Dios, cumpliendo las indicaciones de su Pastor, después de vencer esa lucha interior que llamamos su “doble vocación”.
Todas estas que podríamos llamar causas externas e internas dejaron providencialmente pasar el querer de Dios en la historia, así como pasa el sol a través de un cristal, casi sin percibirlo, a través de una mujer que en docilidad y entrega y casi sin comprender lo que se estaba gestando, como ella misma lo dice, pero muriendo a sí misma pudo dar, “como el grano de trigo”, mucho fruto y contribuir a que la Iglesia de su tiempo se viera enriquecida con el nacimiento de un carisma que fue capaz de cultivar y desarrollar como el mejor de los talentos, al ciento por uno, sea en su patria que fuera de ella.
Hoy de nosotras depende, que sepamos pulir esa piedra preciosa que hemos recibido, hasta que reluzca en todo su esplendor, en cada una, en cada obra que sostenemos con amor y sacrificio, animadas por el celo apostólico como hemos escuchado de nuestras primeras hermanas, y como nos piden las enseñanzas de nuestra Beata Madre que nos sigue inspirando y enseñando a través de sus escritos.
Queridas hermanas, si estamos hoy en esta familia religiosa, es porque Alguien nos convoca, porque algo nos une, nos amalgama, nos interpela. Es el tesoro de nuestro carisma, de nuestra fe, de nuestra tradición y nuestra historia. Estamos siguiendo a Jesús por un camino que alguien nos ha marcado, con el sello distintivo de la sencillez, la humildad, la fraternidad, el sacrificio y la entrega; hemos elegido imitar a Jesús, ‘misericordia del Padre’, con los gestos concretos de misericordia a través de nuestro apostolado y misión.
“El Señor ha hecho que, en aquellos días difíciles, llegase el llanto de los huérfanos y de las viudas al corazón de su pequeña sierva, en el cual desde la infancia, [El mismo], había puesto amor y compasión hacia los indigentes y enfermos, hacia los niños pobres y abandonados. Él ha hecho que ella escuchara y respondiera a la llamada para correr a socorrerlos y, después de la lucha… ella ha respondido con prontitud a la voz de Él y ha dicho en este santo día: Heme aquí, señor, tu indigna sierva, que se haga en mí tu santa voluntad” … así el 25 de marzo de 1919, María entró en la casa de las Siervas de la Caridad, acompañada por María Telenta a quien llamara gustosa y agradecida, “mi ángel”, porque así lo era.[4]
¿Qué llantos escuchamos hoy, las Hijas de la Misericordia, a 100 años de iniciado el camino?
¿Qué “guerras” pelea el hombre de hoy, donde las Hijas de la Misericordia, podamos socorrer, consolar, aliviar?
¿Qué pedidos de auxilio hace nuestro pueblo, nuestra gente, que las Hijas de la Misericordia podamos atender, acompañar?
Ante cada cuestionamiento y discernimiento preguntémonos siempre: ¿Qué haría hoy María Petković?
Queridas hermanas, al mirar hacia atrás, además de ver momentos de esplendor y crecimiento, de expansión y desarrollo, de gran número de hermanas jóvenes, de un decidido espíritu misionero y de entrega ejemplar de quienes nos precedieron, podemos reconocer que también hubo muchos dolores, privaciones, y errores que generaron heridas y que aún permanecen sin cerrar.
Estamos a los umbrales del Centenario, ante un tiempo de gracia y penitencia a la vez (Cuaresma). Sepamos aprovechar una vez más esta ocasión que la Providencia nos pone delante, para hacer la celebración de lo que podríamos llamar el “Día de la memoria y la reconciliación”. Tomémonos ese tiempo personal, comunitario y congregacional para poder recordar, enumerar cada una las cosas bellas y buenas que hicimos y vimos hacer y, también las otras, las que no supimos discernir y resolver, las que no pudimos, omitimos o no quisimos hacer, la prevalencia de nuestras mezquindades, de nuestras críticas poco constructivas que tal vez originaron tensiones o divisiones entre nosotras… Tenemos un largo año por delante, tomemos el tiempo de nuestros retiros para repensar como queremos vivir nuestra vida fraterna y tengamos el coraje de pedirnos perdón, pero no en forma genérica, sino personalizada: con aquella hermana a la que le perdí la confianza, a la que me cuesta mirar a los ojos… por la que guardo algún resentimiento en mi corazón; por las heridas aún abiertas, si las hay, que me impiden una vida serena y feliz, por los malos entendidos, las desavenencias en la comunidad o con mis superioras…
Queridas hermanas, deseo que este año jubilar lo vivamos como un año de liberación, como se anuncia en el Antiguo Testamento[5], liberémonos de pesadas cargas para vivir más plenas, de deudas pasadas; démonos a nosotras mismas y a nuestras hermanas el regalo de la reconciliación y la unidad. Para ello también mucho nos pueden ayudar los folletos de la formación permanente que tiene una propuesta de celebración penitencial.
Meditemos frecuentemente en el Testamento Espiritual de nuestra Madre, allí nos dice lo que espera de nosotras:
“Cumplan en el más alto grado el amor fraterno. Ámense mutuamente como verdaderas esposas de Cristo. Sean generosas en el amor. Nada les extrañe, todo soporten y todo perdonen. Siempre he querido que graben en sus corazones, desde el principio de la Congregación mi lema, el cual ahora acentúo: “antes que se pierda todo, pero que se conserve intacto el amor santo entre vosotras”[6].
Utilicemos nuestro logo para identificar esta celebración en todas nuestras obras apostólicas, organicemos con ayuda de los laicos comprometidos, actos y diferentes eventos, donde todos puedan participar de modo que hagamos conocer siempre más y mejor a nuestra Beata Madre Fundadora para que sean muchos los que puedan confiar en su amorosa intercesión. Es nuestro deber de hijas agradecidas.
Les comparto, para finalizar, parte de una entrevista reciente al Santo Padre, sobre qué debemos hacer los religiosos para lograr la renovación de nuestras vidas y de nuestros institutos, en la que hace referencia al pasado, el presente y el futuro, pero vistos desde la perspectiva del carisma fundante y su proyección de futuro. Nos dice que el carisma fundacional de los institutos necesita pasar aun por una especie de purificación. Entendiendo por purificar, al esfuerzo o empeño por rescatar la parte más auténtica del carisma, para ver luego, como lo expresamos o lo deberíamos expresar y vivir hoy. Se trata no solo de mirar con gratitud el pasado, lo cual es evidentemente necesario. Como no agradecer a Dios por el bien que nos ha hecho a través de nuestros fundadores! Debemos mirar el pasado con gratitud, pero no como si miráramos la sección de un museo. Sino mirarlo como quien quiere encontrar la raíz de la inspiración fundante. Y esto es importante para el presente y para el futuro porque nuestros fundadores nos han abierto un gran camino para el seguimiento de Cristo. Son nuestra raíz pero no para que los sigamos sin criterios, sino para que nazca un fruto. Retornar a los inicios de la vida consagrada de nuestros institutos significa retornar a la las propias raíces para abrevarnos, como en una fuente y poder desde ella, dar las respuestas adecuadas para el hoy. El hoy es el presente y es aquí que nosotros debemos dar respuestas a partir de nuestro carisma. Es un desafío que nos pide apasionamiento. De otra manera no funciona. La memoria de los primeros tiempos de la vida consagrada y de los inicios de nuestros institutos es una memoria fecunda, es decir una memoria que nos invita a mirar el pasado y a recordar ‘lo que Dios hizo por nuestros padres…’ (Deut. 26)
Esa es la memoria que debe servirnos de inspiración para vivir el presente con entusiasmo, con plenitud y sin temor. Juntas, todas, sin que nadie quede rezagado, las que llevan un largo tiempo en el camino del Señor y las que fueron llamadas y continuarán escuchando y respondiendo a la llamada del Señor, pero siempre juntas, porque como dice el Papa Francisco, los jóvenes caminan velozmente, pero los ancianos conocen el camino.
Es fundamental vivir sin temor respondiendo a la vida con la pasión de estar comprometidos con la historia, inmersos en la realidad de las cosas. Es una pasión como la del enamorado, que no teme lanzarse, como la del arquero en el futbol, que se arriesga y está alerta, para atajar la pelota desde cualquier ángulo donde se la tiren, sin perder de vista jamás a Aquel con el cual me he comprometido. La presencia de Jesús es todo. Aquí reside la fuerza de la vocación del consagrado. Una vida en la que Jesús esté presente con su Palabra en el Evangelio, con su inspiración… si no tenemos la pasión de sentirnos enamorados de Jesús, no hay futuro posible para la vida consagrada. Esta pasión es la que nos impulsa a la profecía. Se trata de salir de nosotros mismos con el corazón ardiente y que se vuelva tal, también para los otros. Con nuestra vida indicamos el camino a los otros, les ayudamos, los acompañamos… siempre en camino. Sin permitir jamás que el agua deje de correr para que sea siempre limpia y fresca[7].
Queridas hermanas este es un primer hito en este tiempo de jubileo que oficialmente iniciará en la Casa Madre – Croacia el 4.10.2019 para finalizar en Roma – Italia el 4.10.2020.
Bendigo a cada una de corazón y pido para todas, la fidelidad y la pasión por trabajar por la gloria del Padre y la extensión de Su Reino.
Vuestra en Cristo,
Hoy de nosotras depende, que sepamos pulir esa piedra preciosa que hemos recibido, hasta que reluzca en todo su esplendor, en cada una, en cada obra que sostenemos con amor y sacrificio, animadas por el celo apostólico como hemos escuchado de nuestras primeras hermanas, y como nos piden las enseñanzas de nuestra Beata Madre que nos sigue inspirando y enseñando a través de sus escritos.
Queridas hermanas, si estamos hoy en esta familia religiosa, es porque Alguien nos convoca, porque algo nos une, nos amalgama, nos interpela. Es el tesoro de nuestro carisma, de nuestra fe, de nuestra tradición y nuestra historia. Estamos siguiendo a Jesús por un camino que alguien nos ha marcado, con el sello distintivo de la sencillez, la humildad, la fraternidad, el sacrificio y la entrega; hemos elegido imitar a Jesús, ‘misericordia del Padre’, con los gestos concretos de misericordia a través de nuestro apostolado y misión.
“El Señor ha hecho que, en aquellos días difíciles, llegase el llanto de los huérfanos y de las viudas al corazón de su pequeña sierva, en el cual desde la infancia, [El mismo], había puesto amor y compasión hacia los indigentes y enfermos, hacia los niños pobres y abandonados. Él ha hecho que ella escuchara y respondiera a la llamada para correr a socorrerlos y, después de la lucha… ella ha respondido con prontitud a la voz de Él y ha dicho en este santo día: Heme aquí, señor, tu indigna sierva, que se haga en mí tu santa voluntad” … así el 25 de marzo de 1919, María entró en la casa de las Siervas de la Caridad, acompañada por María Telenta a quien llamara gustosa y agradecida, “mi ángel”, porque así lo era.[4]
¿Qué llantos escuchamos hoy, las Hijas de la Misericordia, a 100 años de iniciado el camino?
¿Qué “guerras” pelea el hombre de hoy, donde las Hijas de la Misericordia, podamos socorrer, consolar, aliviar?
¿Qué pedidos de auxilio hace nuestro pueblo, nuestra gente, que las Hijas de la Misericordia podamos atender, acompañar?
Ante cada cuestionamiento y discernimiento preguntémonos siempre: ¿Qué haría hoy María Petković?
Queridas hermanas, al mirar hacia atrás, además de ver momentos de esplendor y crecimiento, de expansión y desarrollo, de gran número de hermanas jóvenes, de un decidido espíritu misionero y de entrega ejemplar de quienes nos precedieron, podemos reconocer que también hubo muchos dolores, privaciones, y errores que generaron heridas y que aún permanecen sin cerrar.
Estamos a los umbrales del Centenario, ante un tiempo de gracia y penitencia a la vez (Cuaresma). Sepamos aprovechar una vez más esta ocasión que la Providencia nos pone delante, para hacer la celebración de lo que podríamos llamar el “Día de la memoria y la reconciliación”. Tomémonos ese tiempo personal, comunitario y congregacional para poder recordar, enumerar cada una las cosas bellas y buenas que hicimos y vimos hacer y, también las otras, las que no supimos discernir y resolver, las que no pudimos, omitimos o no quisimos hacer, la prevalencia de nuestras mezquindades, de nuestras críticas poco constructivas que tal vez originaron tensiones o divisiones entre nosotras… Tenemos un largo año por delante, tomemos el tiempo de nuestros retiros para repensar como queremos vivir nuestra vida fraterna y tengamos el coraje de pedirnos perdón, pero no en forma genérica, sino personalizada: con aquella hermana a la que le perdí la confianza, a la que me cuesta mirar a los ojos… por la que guardo algún resentimiento en mi corazón; por las heridas aún abiertas, si las hay, que me impiden una vida serena y feliz, por los malos entendidos, las desavenencias en la comunidad o con mis superioras…
Queridas hermanas, deseo que este año jubilar lo vivamos como un año de liberación, como se anuncia en el Antiguo Testamento[5], liberémonos de pesadas cargas para vivir más plenas, de deudas pasadas; démonos a nosotras mismas y a nuestras hermanas el regalo de la reconciliación y la unidad. Para ello también mucho nos pueden ayudar los folletos de la formación permanente que tiene una propuesta de celebración penitencial.
Meditemos frecuentemente en el Testamento Espiritual de nuestra Madre, allí nos dice lo que espera de nosotras:
“Cumplan en el más alto grado el amor fraterno. Ámense mutuamente como verdaderas esposas de Cristo. Sean generosas en el amor. Nada les extrañe, todo soporten y todo perdonen. Siempre he querido que graben en sus corazones, desde el principio de la Congregación mi lema, el cual ahora acentúo: “antes que se pierda todo, pero que se conserve intacto el amor santo entre vosotras”[6].
Utilicemos nuestro logo para identificar esta celebración en todas nuestras obras apostólicas, organicemos con ayuda de los laicos comprometidos, actos y diferentes eventos, donde todos puedan participar de modo que hagamos conocer siempre más y mejor a nuestra Beata Madre Fundadora para que sean muchos los que puedan confiar en su amorosa intercesión. Es nuestro deber de hijas agradecidas.
Les comparto, para finalizar, parte de una entrevista reciente al Santo Padre, sobre qué debemos hacer los religiosos para lograr la renovación de nuestras vidas y de nuestros institutos, en la que hace referencia al pasado, el presente y el futuro, pero vistos desde la perspectiva del carisma fundante y su proyección de futuro. Nos dice que el carisma fundacional de los institutos necesita pasar aun por una especie de purificación. Entendiendo por purificar, al esfuerzo o empeño por rescatar la parte más auténtica del carisma, para ver luego, como lo expresamos o lo deberíamos expresar y vivir hoy. Se trata no solo de mirar con gratitud el pasado, lo cual es evidentemente necesario. Como no agradecer a Dios por el bien que nos ha hecho a través de nuestros fundadores! Debemos mirar el pasado con gratitud, pero no como si miráramos la sección de un museo. Sino mirarlo como quien quiere encontrar la raíz de la inspiración fundante. Y esto es importante para el presente y para el futuro porque nuestros fundadores nos han abierto un gran camino para el seguimiento de Cristo. Son nuestra raíz pero no para que los sigamos sin criterios, sino para que nazca un fruto. Retornar a los inicios de la vida consagrada de nuestros institutos significa retornar a la las propias raíces para abrevarnos, como en una fuente y poder desde ella, dar las respuestas adecuadas para el hoy. El hoy es el presente y es aquí que nosotros debemos dar respuestas a partir de nuestro carisma. Es un desafío que nos pide apasionamiento. De otra manera no funciona. La memoria de los primeros tiempos de la vida consagrada y de los inicios de nuestros institutos es una memoria fecunda, es decir una memoria que nos invita a mirar el pasado y a recordar ‘lo que Dios hizo por nuestros padres…’ (Deut. 26)
Esa es la memoria que debe servirnos de inspiración para vivir el presente con entusiasmo, con plenitud y sin temor. Juntas, todas, sin que nadie quede rezagado, las que llevan un largo tiempo en el camino del Señor y las que fueron llamadas y continuarán escuchando y respondiendo a la llamada del Señor, pero siempre juntas, porque como dice el Papa Francisco, los jóvenes caminan velozmente, pero los ancianos conocen el camino.
Es fundamental vivir sin temor respondiendo a la vida con la pasión de estar comprometidos con la historia, inmersos en la realidad de las cosas. Es una pasión como la del enamorado, que no teme lanzarse, como la del arquero en el futbol, que se arriesga y está alerta, para atajar la pelota desde cualquier ángulo donde se la tiren, sin perder de vista jamás a Aquel con el cual me he comprometido. La presencia de Jesús es todo. Aquí reside la fuerza de la vocación del consagrado. Una vida en la que Jesús esté presente con su Palabra en el Evangelio, con su inspiración… si no tenemos la pasión de sentirnos enamorados de Jesús, no hay futuro posible para la vida consagrada. Esta pasión es la que nos impulsa a la profecía. Se trata de salir de nosotros mismos con el corazón ardiente y que se vuelva tal, también para los otros. Con nuestra vida indicamos el camino a los otros, les ayudamos, los acompañamos… siempre en camino. Sin permitir jamás que el agua deje de correr para que sea siempre limpia y fresca[7].
Queridas hermanas este es un primer hito en este tiempo de jubileo que oficialmente iniciará en la Casa Madre – Croacia el 4.10.2019 para finalizar en Roma – Italia el 4.10.2020.
Bendigo a cada una de corazón y pido para todas, la fidelidad y la pasión por trabajar por la gloria del Padre y la extensión de Su Reino.
Vuestra en Cristo,
M. Cristina Orsillo, cfm.
Superiora General
Superiora General
Hna. M. Graciela Ojeda, cfm.
Secretaria General
Secretaria General
[1] Deut cap,26
[2] Op.cit., pp. 215-216 (Testimonio de Amor – Atanasio Matanić OFM 29.9.1982, Ed San Pablo Argentina)
[3] Ap. Aut., p 219 / Testimonio de Amor – Atanasio Matanić OFM 29.9.1982
[4] Op. cit., pp. 215-216 (Testimonio de Amor – Atanasio Matanić OFM 29.9.1982, Ed. San Pablo Argentina)
[5] Levítico 25
[6] Testamento espiritual de la Madre Fundadora escrito en 1926 - Renovado el 9.12.1960
[7] Cfr. Papa Francesco, La forza della vocazione, conversazione con Fernando Prado, Bologna, 2018, pag. 42 a 44
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